Por Juan Villacorta Paredes
En el siglo XVII, o sea siglo del arte barroco, aparece el bodegón en forma definida en lo que respecta a sus caracteres estéticos. Se presenta simple, muy bien compuesto, magníficamente realista, selecto en su temática y en su naturaleza, agradable por la propiedad de sus figuras e imponente por su calidad estética.
El "BODEGÓN" de Caravaggio que vemos en la figura superior es una de las muestras más hermosas que hemos de admirar en el transcurso de nuestra apreciación.
Hay en el cuadro un exquisito sentido de selección en las figuras, gran sutileza, artificio técnico y artístico en la ejecución. Revela fina sensibilidad por la justeza numérica de objetos que representa y por la acertada disposición compositiva. Esto libera la escena de parecer vulgar y recargada. El realismo excelente, realza notablemente la calidad artística, lograda a base de un gran dominio en el uso de los caracteres estéticos.
He aquí otro de los bodegones de la época barroca. El bodegón de Willem Claesz Heda es hermoso por su gran realismo, logrado sobre todo en las calidades de sus objetos.
Los cristales de las copas y del vaso, el brillo metálico de la frutera, la porcelana de los platos, la suavidad nacarada de las ostras, la aspereza de la naranja, de la tela y la mesa como la transparencia de los líquidos han sido logrados con maestría genial.
Apreciamos también en el cuadro un preciosismo de joya, buen gusto en el uso de la línea ondulada graciosa y elegante y un gran conocimiento de la forma y el volumen, factores que destacan merced a un resplandor luminoso ubicado detrás de los objetos.
La luz que ilumina el ámbito posterior del cuadro es un recurso estético del arte barroco que se conoce con el nombre de LUMINISMO.
Desde el punto de vista compositivo, todos los objetos están dispuestos de acuerdo a un orden correcto y a un perfecto equilibrio.
Una mesa de postres es otro bodegón del siglo XVII. Notamos en la escena cierta similitud con el bodegón renacentista de Pieter Aertsen por el recargo de sus figuras, pero se diferencia ampliamente por su mejor organización estética.
Una mesa de postres es un bodegón suntuoso de buen gusto, no tiene nada de vulgar. Sus objetos son variados y muy bien seleccionados.
Su objetivo; la exaltación de la belleza de las cosas inanimadas, está bien logrado.
Los objetos más propios del bodegón; jarras, copas, azafates, frutas, telas, etc., están en el centro del cuadro y repartidos con gran sentido de equilibrio.
Los cuerpos circundantes a la vista central, realzan apropiadamente el bodegón colocado en primer plano, por su elaboración y de acuerdo al tratado que corresponde a las figuras de segundo y tercer plano.
El realismo admirable que se logra en la escena, se debe mucho al contraste de luces y sombras y a la distribución armónica de sus valores.