Por Juan Villacorta Paredes
El bodegón ha sido siempre tema predilecto de la pintura y de sus artistas.
En la Grecia antigua del siglo IV, Seuxis, artista famoso, pintó muchos bodegones de belleza realista sorprendente. Al respecto, se cuenta que cierta vez, pintó una cesta de uvas que hasta las mismas aves se confundían y venían a picarlas.
En la época romana, los pintores supieron también recrear su sensibilidad en la sencillez de las cosas. Dieron al bodegón vida y volumen en un extraordinario deseo de exaltar la naturaleza simple. Las formas del bodegón romano son de excelente realismo dando idea de atracción y cariño hacia aquellos objetos de aparente insignificancia.
En los años posteriores al arte romano hasta llegar al humanismo, en el siglo XV, el bodegón se pierde como tema pictórico no por falta de aprecio, sino más bien por desconocimiento del arte realista. Las manifestaciones estéticas de aquellos siglos se espiritualizaron altamente, dejando de lado la naturaleza humana y por añadidura la figura sin vida, el objeto.
Aparece el bodegón esporádicamente en el Renacimiento (Siglo XVI) en algunos países con caracteres de notoria importancia, complejidad y sensualismo. El bodegón renacentista es abundante de objetos, impresionante por su realismo en la descripción detallada de sus formas. Un curioso fenómeno se descubre en él. Casi siempre logra verse por entre la multitud de cosas pequeñas, vacíos donde personas diminutas protagonizan escenas bíblicas, con el objeto tal vez de justificar, equilibrar o disculpar el excesivo sensualismo que expresan sus figuras.
Es en el período del arte barroco (Siglo XVII) en el que el bodegón toma la jerarquía que le corresponde, debido al carácter rebelde e innovador de un gran artista llamado el Caravaggio.
El bodegón barroco es de un realismo preciosista, descriptivo, insuperable. En virtud a estas cualidades muchos artistas modernos se han inspirado en ellos y han ejecutado réplicas magníficas en estilos nuevos.
El bodegón del siglo XVIII, o sea del arte rococó, es el tema humano que se identifica como sello sensible de la verdadera realidad de los humildes rente a aquel arte suntuoso y lleno de vanidad que exigía la aristocracia reinante de la época. Una exquisita sensibilidad y una paz admirable se notan en las naturalezas muertas de Chardin.
El arte neoclasicista, el arte romántico y el arte realista, también realizaron magníficos bodegones, dejando en ellos un gran interés por la forma libre y la expresión emotiva del artista.
El arte moderno que se inicia en forma definida con el Impresionismo, da al bodegón interés preferente y hace de su temática una de las más emotivas, expresivas y simbólicas.
Paul Cezanne, introduce en sus naturalezas muertas el sentido de la planificación abstracta.
Van Gogh da a sus figuras sencillas extraordinario vigor y sensibilidad espiritual.
Henri Matisse libera aún más el bodegón de la forma realista y le imprime su carácter decorativista, su gran espontaneidad en la línea, color y composición.
George Rouault, Oskar Kokoschka y Chaim Soutine le dan al bodegón sentido trágico y significado social, convirtiendo la insignificante temática de las cosas en magnífico arte expresionista.
Por último, el arte cubista traduce en sus figuras las ultimas consecuencias de la abstracción cezaniana reduciendo sus formas a planos definidos.
Pablo Picasso, Georges Braque, Juan Gris y otros muchos artistas nos dejan excelentes bodegones en estilo cubista.
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